martes, 5 de mayo de 2009

En un bar ...

Hace algunos días, después de que cerraron el bar que frecuento decídi ir a otro porque la noche de Madrid nunca acaba y aparte alguien invitaba la última cerveza, un periodista francés de esos que fácilmente se pueden aparecer en la barra de un bar, en el metro o a la vuelta de la esquina preguntando por una dirección.

Fuimos entonces a uno de los famosos del barrio Lavapiés y sus alrededores: El Candela. Los fines de semana está abierto hasta tarde, hay buen flamenco y casi nunca está vacío. Cuando la cerveza estaba por terminarse, entró al sitio una chica rubia con una flor en la mano y fuí a su encuentro a decirle una bobada que no pienso repetir aquí. Después de cruzar sonrisas y separarnos entró tras ella un chico negro, que me cayó aún mejor que ella. Alcanzaron a cruzar un par de frases y justo después entró el administrador del local.

Después de pedirme permiso para acercarse a la barra a hacer cuentas y acomodarse sus gafas se percató de la presencia del chico negro y se decidió inmediatamente a sacarlo. Para este efecto llamó al portero eslavo, probablemente rumano que aunque bajo de estatura, tiene suficiente fuerza para cumplir con la dura labor de lidiar con la gente que entra y debe salir de un bar madrileño que abre hasta bien entrada la mañana.

Como no me pareció un justa actitud la de sacar del bar a alguien que no estaba creando problemas, ni olía feo, ni representaba amenaza alguna para la convivencia o la seguridad de los que allí estábamos, me dirigí en un tono neutral al "señor" de las decisiones y le pregunté el motivo de la última. Me dijo que no me interesaba y que le preguntaba a la novia, quién también trataba de hablar con él. Como insistí en mi pregunta me dijo que podía correr igual suerte. Como mantuve el mismo tono neutral y no le dí importancia a que me obligaran a salir de un antro racista la amenaza se cumplió. Como el xenófobo se veía nervioso y no encontraba ninguna razón válida para defender su actuar decidió huir y dejar las cosas en manos de su eficiente empleado

El rumano cumplió con sacar al negro y al entrometido del bar. Es una de las curiosas formas del poder: los que discriminan incluso pueden enfrentar a los discrimados entre sí por medio de la propiedad, de la posesión de un territorio.

No hay comentarios: