miércoles, 26 de enero de 2011

Toros

El toreo es una costumbre centenaria, o milenaria, de la cultura española, y por lo tanto de la nuestra. No quiero ni puedo meterme con los recobecos de la palabra cultura que es muy complicada, pero en una de sus acepciones, la cosa es así: el toreo hace parte de nuestra cultura. De alguna forma toda costumbre o tradición merece respeto por el simple hecho de que los responsables de que estemos aquí escogieron crearla y nadie puede asegurar que seamos más inteligentes que ellos. Pero que merezca respeto no significa que sea buena. La moral se construye a partir de la experiencia de los pueblos, de la experiencia que se transmite de diversas formas de padres a hijos; pero se construye también (desde siempre y no desde cierto punto ingenuo que los europeos han querido marcar) con la ciencia, que es el simple uso de la razón que Dios nos dió. El uso de la razón apartado del misticismo y el romanticismo. Es más faćil y muchas veces más bello ser romántico, pero abandonar la razón es una fuente de sufrimiento.

Las costumbres (así sean salvajes) no se pueden, o no se deben, abolir por decreto. La prohibición trae morbo, oscuridad y malas consecuencias. La razón por la fuerza es mala así sea completamente lógica. La razón buena es la que penetra la tradición. Se sabe que nada se gana sin la fuerza, es cuestión de finura usar la violencia.

Es triste que la juventud sea conservadora porque sí. Este balance entre estas dos fuerzas tan poderosas se hace y recrea con cada nueva generación y se supone que los jóvenes aportamos la parte razonable. Pero claro, para nada hay reglas.

lunes, 24 de enero de 2011

Preguntas

Cuando se pregunta uno un ¿por qué? siempre le quedan dos caminos: buscar una excusa externa en la familia, la pareja, el jefe, la política, la religión o cualquier otra cosa del gran mundo; o responderla con la verdad que está dentro de cada persona. Es claro cuál de los caminos es más difícil y cuál es más productivo. Pero lo más duro de los asuntos de los ¿por qués? es que por ambos caminos obtenemos razones y no soluciones. ¿Por qué preguntarse el por qué? Porque así es la mente.

sábado, 22 de enero de 2011

Humano

Todos tenemos más o menos claro el concepto de lo humano pero somos un amasijo de carencias en la mayoría de los casos irremediables. Las carencias comunes son muchas veces el imán de las relaciones y los proyectos, y lo más triste es que usualmente eso no se nota hasta cuando aparecen problemas graves que obligan a buscar razones.

El exilio me ha hecho notar de forma clara y suave lo que me ha faltado y me ha dado una ventana que mira al mundo inmenso. Ambas cosas se agradecen sobremanera; pero también me ha enseñado a ser un habitante de la ciudad: cómodo y egoísta. Me ha enseñado a construir una barrera poderosa hecha de apariencias, a diferenciar entre los míos y los otros que valen poco más que la parada del bus y en los casos más patéticos, a valorar como buenos tremendos errores de la civilización.

Como somos animales de costumbres cada día duele menos, cada día es más fácil usar la impotencia como excusa, cada día es más fácil idealizar los sueños (para alejarlos) y resginarse. Pero puedo decir orgulloso que nunca me he rendido y estoy convencido de que el exilio tiene que cambiar.