miércoles, 26 de enero de 2011

Toros

El toreo es una costumbre centenaria, o milenaria, de la cultura española, y por lo tanto de la nuestra. No quiero ni puedo meterme con los recobecos de la palabra cultura que es muy complicada, pero en una de sus acepciones, la cosa es así: el toreo hace parte de nuestra cultura. De alguna forma toda costumbre o tradición merece respeto por el simple hecho de que los responsables de que estemos aquí escogieron crearla y nadie puede asegurar que seamos más inteligentes que ellos. Pero que merezca respeto no significa que sea buena. La moral se construye a partir de la experiencia de los pueblos, de la experiencia que se transmite de diversas formas de padres a hijos; pero se construye también (desde siempre y no desde cierto punto ingenuo que los europeos han querido marcar) con la ciencia, que es el simple uso de la razón que Dios nos dió. El uso de la razón apartado del misticismo y el romanticismo. Es más faćil y muchas veces más bello ser romántico, pero abandonar la razón es una fuente de sufrimiento.

Las costumbres (así sean salvajes) no se pueden, o no se deben, abolir por decreto. La prohibición trae morbo, oscuridad y malas consecuencias. La razón por la fuerza es mala así sea completamente lógica. La razón buena es la que penetra la tradición. Se sabe que nada se gana sin la fuerza, es cuestión de finura usar la violencia.

Es triste que la juventud sea conservadora porque sí. Este balance entre estas dos fuerzas tan poderosas se hace y recrea con cada nueva generación y se supone que los jóvenes aportamos la parte razonable. Pero claro, para nada hay reglas.

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