domingo, 17 de mayo de 2009

Semana santa

Esta tradición católica se celebra en la primera semana de luna llena después del equinoccio de primavera. Por eso siempre la fecha está entre los finales de marzo y abril y no se repite fácilmente. Por esas cosas de que la tierra es grande, al catolicismo no le salió tan bien la cosa cuando la doctrina cruzó el mar y luego la línea del Ecuador, porque claro, en Uruguay o cualquiera de los países vecinos la fecha coincide con el otro equinoccio, el de otoño. En el equinoccio el día y la noche duran lo mismo. La diferencia es que en primavera el día empieza a crecer y la vida vuelve de nuevo, mientras que en el otoño las hojas caen, el frío se asoma y el mundo invita al descanso y al abrigo. Pero no vengo a escribir de astronomía, sólo quería mostrar que muchas veces hay una explicación para ciertas cosas que parecen arbitrarias. La fecha de la navidad tiene una explicación muy parecida.

El miércoles de la semana de luna llena que siguió al equinoccio caminaba yo por el Paseo del Prado en una de mis usuales "perdidas y encontradas" madrileñas. A eso de las nueve de la noche recordé que precisamente estaba por salir la procesión y que estaba yo a unos cuantos metros de la iglesia de donde saldría. Ya había pensado en ir a verla y al recordar que en mi pueblo unas horas más tarde, la procesión saldría de la iglesia que queda al lado de mi casa, giré a la izquierda y decidí cruzar el paseo. Sobre todo por no traicionar a un edificio que me ha visto tantas veces y que tan bien conoce mis aventuras.

Mi nuevo rumbo me hizo verme rodeado de la multitud con la que compartía plan, compuesta en su mayoría por gente de buen gusto, limpia y arreglada, que lucía un rostro de deber cumplido con algún tinte de abnegación satisfecha por cumplir con el segundo mandamiento. Entre ellos, dos tiernas niñas jugaban a perseguirse envueltas en sus angelicales vestidos de encaje. La mayor no tendría más de nueve años. En medio del juego la menor la logra atrapar y ésta se voltea y grita exaltada: ME CAGO EN DIOS!

A esas alturas ya tenía entre mis labios una sonrisa tan grande que la procesión dejaba de ser algo prioritario. Intenté verla, esperé, me senté, me paré y di un par de vueltas, pero, compuesta de un solo paso iba tan lento, que desistí. De todas formas había cumplido con mi deber cristiano de hacer el intento. Algo serio me decía que debía asistir. Que viva España!

1 comentario:

bubblemaker dijo...

jejejejeje... oye.... supiste darle un buen tono a esta entrada... me sorprende que no me haya reído tanto como cuando me la contaste :P.. aún así... es demasiado chistoso